lunes, 11 de abril de 2011

Noticias de Prensa

Un rincón para la esperanza

Integrantes de la casa de Proyecto Hombre en San José del Álamo.

Más de una veintena de toxicómanos, alcohólicos o personas depresivas conviven en una casa en San José del Álamo. Desde hace 18 años, todos los que han habitado sus estancias han aprendido a saber lo que es la vida y a dejar de lado los problemas que hasta entonces habían tenido. ALBERTO CASTELLANO / LAS PALMAS DE GRAN CANARIA. En la calle Esperanza, sin número, de San José del Álamo viven más de 40 personas que buscan lo que la vía les indica, la esperanza de recuperarse de sus numerosos problemas. En la casa Amigos de Lourdes, integrada en la red de Proyecto Hombre, se concentran toxicómanos, alcohólicos, indigentes... todo tipo de personas que cuando cruzan su puerta se convierten en lo que son, personas que buscan una nueva vida que les permita reintegrarse en la sociedad.Ellos no quieren olvidar, dicen que si olvidan "estás expuesto a volver a repetirlo", a recaer en los errores que han cometido en sus vidas, por lo que, aun con el peso de una vida ajetreada detrás, trabajan junto a los amigos. "Llegas porque tu vida es un caos, con el deseo de buscar amor. Y aquí lo encuentras, dejas de ser egoísta y aprendes a convivir con el resto", asegura Marcos Bueno, que ha estado entrando y saliendo de la comunidad desde hace ocho años debido a problemas con las drogas.Ese buen ambiente que se respira en la zona alta de la capital lo nota Armiche Torón, que hace dos semanas descubrió esta ´familia´. "Me estaba pasando con la droga, y mi madre me dijo que si quería cambiar. Le dije que sí y entré en esta casa", explica este joven de tan sólo 20 años. "En estos días me he logrado integrar, me llevo muy bien con todos los compañeros y hasta he cogido kilos", comenta mientras los perros corretean entre sus piernas. Y es que, hasta los canes notan ese buen ambiente y no paran de jugar por el patio. Pero no sólo perros cuidan estos luchadores. Patos, cabras, ovejas, gallinas... hasta una piara de cerdos vietnamitas habitan una pequeña granja que cuidan mimosamente en una de las numerosas labores que realizan en el centro. En él cada uno tiene su función, ya sea cocinero, electricista o carpintero.Hasta la calle Esperanza no sólo llegan canarios, también desde la Península acude algún ´paciente´. Ése es el caso de Adela Celdrán, una toxicómana murciana que descubrió el centro de rehabilitación hace seis meses. "Me comentaron que existía, me cogí un avión, bajé y vine directamente. De los diez en los que he estado este es el mejor. Me he conseguido recuperar y hasta he descubierto el amor aquí dentro, en donde espero casarme", comenta, mientras prepara el salón en el que mañana domingo celebrarán los 18 años del centro.

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